Mi experiencia LALA

María José Cardeño nos cuenta su experiencia en Academia Latinoamericana de Liderazgo: un viaje de autodescubrimiento, conexión y empoderamiento.

Querer cambiar algo no es fácil, sobre todo cuando eres alguien joven que intenta liderar una transformación. No sólo te enfrentas a una sociedad que subestima tus capacidades. Te enfrentas a la inexperiencia, al desconocimiento de muchas circunstancias, a una abrumadora falta de apoyo y a la frustrante sensación de que eres el único que ve potencial en tus ideas o está interesado en trabajar para resolver los problemas de los que todo el mundo habla.

Si a esto añadimos el viaje que supone ser joven -en el proceso de comprender quién eres y en qué crees-, la sensación de estar solo en la lucha contra la perpetuación de lo que quieres cambiar es bastante desalentadora. Y te deja con la sensación de que, en realidad, no hay mucho que puedas hacer para transformar tu comunidad.

Al menos esa era yo: una chica intentando encontrar su camino, con un profundo deseo de servir a los demás pero sin saber por dónde ni cómo empezar. Una chica a punto de renunciar en su viaje de intentar cambiar el mundo... LALA me demostró lo equivocada que estaba.

Ya fuera a través de debates abiertos con el grupo o de los conocimientos compartidos en el Panel de Emprendedores Sociales. A través de actividades prácticas y visitas a comunidades que habían conseguido transformarse, o de los momentos de reflexión interior. Incluso a través de conversaciones casuales con mis compañeros y Mentores. Cada día en el Bootcamp significaba nuevas perspectivas, experiencias e ideas. Además, una serie de retos emocionales e intelectuales que me desafiaban a crecer y a ser una mejor versión de mí misma. En resumen, cada día allí me dejó más lecciones de las que puedo contar.

Formar parte de LALA fue como descubrir un universo que apenas imaginaba. Un universo en el que mis ideas no sólo se tomaban en serio, sino que se retroalimentaban. Estaba en un lugar en el que se nos animaba a hacer preguntas, en el que hablábamos de los temas que eran importantes para mí. Un lugar en el que las discusiones buscaban sacar a la luz acuerdos y puntos en común, no sólo conflictos y división. Y un universo en el que conocerse a uno mismo tenía un papel fundamental.

Tuve la oportunidad de conocer a otros adolescentes de diferentes orígenes, que compartían mis inquietudes, mis valores, mis ideales y mis sueños. Conocí a adultos que están más que encantados de enseñarnos lo que han aprendido a lo largo de su vida porque creen firmemente en el valor de nuestras ideas, ya que ven potencial incluso donde nosotros no lo veíamos. También conocí a Mentores que sabían que podíamos lograr lo que quisiéramos. Que estaban encantados de darnos las herramientas que necesitábamos para alcanzar nuestros sueños y de guiarnos por el camino que nos llevaría hasta allí.

El Colombia Leadership Bootcamp no sólo me devolvió la fe en mí misma y en mi poder para lograr los cambios que quiero ver en el mundo. También me demostró que no estoy sola en la búsqueda de cambiarlo, ni siquiera cerca. Conocer a otras personas que han conseguido cambiar tantas cosas con tan pocas oportunidades es inspirador.

Ahora sé que hay muchos seres humanos increíbles, como mis compañeros y Mentores, que trabajan sin miedo y con una gran sonrisa para cambiar sus comunidades. Que hay mucha gente dispuesta a apoyarme en mi tarea, y que tengo una gran red de amigos que quieren ayudarme con mis proyectos. Y la oportunidad que he tenido de apoyarles, escucharles, darles feedback y aprender de todos ellos es algo que no cambiaría por nada.

Sin esta experiencia, nunca habría podido lanzar el proyecto en el que trabajo actualmente -una organización que conecta a las ONG para que colaboren entre ellas y aumenten su impacto- ni habría tenido las herramientas para animar a otros a creer en el poder de sus propios proyectos. Es más, no habría sabido cómo convencer a mi comunidad de que el cambio es posible.

LALA me dio una familia. Una familia llena de esperanza que crece cada día y que cree que juntos podemos cambiar el mundo. Y no podría estar más agradecida por formar parte de ella.

Esta historia fue escrita por María José Cardeño, CLBier 2018. 17 años, de Medellín, Colombia.

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